Hackintosh
Juan Emilio Drault

El interior de la luna se había convertido hacía más de setenta mil años en una extensa y compleja ciudad funcionando enteramente bajo su superficie. Con una población de varios miles de flacos y cabezones Torzilianos, vivían allí con un único y principal objetivo: lograr la correcta y sostenida evolución terrestre.

Hackintosh, un Controlador de C.D.C. veterano, era considerado el mejor entre los mejores. Llevaba varios siglos en su puesto, y era un enérgico e inagotable operario, aunque últimamente comenzaba a dar señales de cierto agotamiento. Su puesto de trabajo estaba rodeado de cientos de monitores, y su panel de control en forma de U tenía todo tipo de pantallas táctiles a lo que sumaba el control por gestos y voz. Reinor, su nuevo asistente-aprendiz lo veneraba. Era un flacucho Torziliano, pálido y de cara algo arrugada, pero un joven muy inteligente de tan sólo trescientos veinticinco años de edad. Sentado en un pequeño banco observaba todo lo que hacía su maestro. Hackintosh siguió hablando:

— Estos humanos son graciosos… ¡hablan sobre consciencia y no tienen idea de lo que es! -dijo en un tono entre jocoso y enojado para luego proseguir-. Son tan ridículamente ignorantes que no saben siquiera por qué tienen que dormir todos los días. ¿Cierto?

A lo que Reinor cortante acotó con tono desafiante dado que ya tenían confianza suficiente:

— Me parece que el sólo hecho de que tu lo sepas y puedas trabajar sin dormir durante meses y meses no te hace un mejor ser vivo ¡y mucho menos un ser superior! ¿no lo crees? Además… ¡eres la prueba viviente de que te quejas de su ignorancia pero eres el encargado de sostener esta especie de trampa humana!

Hackintosh se sintió tocado y saltó como resorte de su sillón:

— ¡Trampa! ¿Trampa? ¿¿de que hablas?? Soy apenas el encargado de hacer malabares con la escasa Cuota De Consciencia que le asignaron a este planeta Tierra! ¡Y vaya si hago milagros! A mi -dijo golpeándose el pecho con su dedo índice repetidamente- debería ser a quien adoren como a un Dios. Si despiertan cada día es gracias a la cuota que les asigno, pero no es fácil repartirla entre cada vez más y más seres vivos…

Hizo una breve pausa y pareció ponerse algo melancólico.

— Todo era más distendido y alegre cuando eran unos pocos millones, ¡pero ahora esto se ha puesto imposible!… estamos hablando de… -se dio vuelta hacia la pantalla principal y completó- ¡7.200 millones de humanos y 54.300 millones entre todos los demás seres vivos!

Reinor sonrió y Hackintosh captó al instante que había caído en su trampa. Su comentario era otra de sus bromas para divertirse viéndolo cómo se enojaba, y vaya que lo hizo bien. Una enorme carcajada salió de su boca y se volvió a echar sobre su hiper mullido y ergonómico sillón sobre el cual pasaba miles de horas haciendo su “magia”, pero antes de hacerlo le dio a Reinor una fuerte palmada en la espalda que casi lo tira de su pequeño banco.

Hackintosh era un Torziliano muy particular, fornido en comparación a los flacuchos cuerpos de la mayoría. Sus dieciocho dedos eran el doble de gruesos que el promedio, pero la forma en que los movía parecían danzar con gracia sobre las pantallas y controles de forma casi hipnótica.

— Creo que nos vamos a llevar muy bien. -dijo mientras gesticulaba con sus manos en el aire para tomar un bloque de consciencia de una pantalla y tirarlo en otra a su derecha donde unas alertas parpadeaban exigiéndole hacer algo rápido-.

— ¿Ves? -dijo exaltado- Mientras hablábamos murieron trece millones de distintas formas de vida terrestres y apenas sesenta segundos después ya el sistema me apura para que reasigne esa mísera cuota de consciencia liberada a los nuevos partos y nacimientos. Y ojo con olvidarme de los pocos suertudos que hoy tendrán un “Eureka!” gracias a la cuota extra que les asignaré y que creerán -por supuesto- que fue su genial inteligencia! -y largó otra fuerte carcajada-. La verdad es que río por no llorar. Cuanto más lo hago más pena me dan. -se dio vuelta para mirar a su ayudante y decirle- Reinor, ¡necesito que aprendas rápido! Creo que preciso vacaciones. -Y volvió a largar otra de sus carcajadas-.

Reinor miraba las pantallas mientras aparecían más y más alertas a un ritmo que asustaba. Empezó a dudar de su fortuna al enterarse de que lo promovían a trabajar con semejante eminencia. El trabajo en la Luna podía volverse monótono pero los controladores como Hackintosh tenían todo tipo de privilegios y cuidados especiales. Además… ¡ya no tendría que mantener esas estúpidas y aburridas antenas!

Estaba algo absorto mirando pantallas y pensando cuando el vozarrón de Hackintosh lo despabiló:

— ¡Hey! ¡Reinor! Mira esto… -dijo notoriamente entusiasmado al tener con quien alardear mostrando sus “trucos de magia”-. ¿Ves ese mapa en aquella pantalla llena de puntos verdes? -Reinor asintió con su cabeza-. Esos puntos verdes en el sector 4 son los Conscientes… humanos y seres vivos que aún están por ahí deambulando despiertos peeeeero resulta que del otro lado están por despertarse en masa y las alertas empiezan a exigirme cuotas de consciencia que aún no tengo disponibles, así que vamos a activar lo que yo llamo “la aspiradora” -Reinor sufría intentando seguir la secuencia de gestos y pantallas que presionaba Hackintosh. Una enorme cuenta regresiva apareció en la pantalla central y los puntos verdes empezaron progresivamente a ser amarillos y un instante después la gran mayoría pasaron a rojo.- Europa y Africa bye bye -dijo Hackintosh cuando mandó a dormir a miles de millones dejándolos con la mínima cuota de consciencia para reasignar la liberada hacia el cuadrante 1-

— Ahora fíjate en el Remanente de puntos verdes. Esos malditos que me combaten quedándose despiertos hasta cualquier hora. Desde que se inventó Internet mi trabajo se hizo más y más difícil. ¡Hasta tuve que crear un dispositivo para cortar conexiones y colgar dispositivos!. Hoy no hizo falta pero cuando en el sur llega la primavera y en el norte se me llena de rebeldes no me queda más remedio que…

Hackintosh se puso serio y dejó de hablar. Cuando Reinor miró en la misma dirección vio unas enormes palabras que en rojo decían “MUERTES EXCESIVAS” y parpadeaban al ritmo del sonido que emitía la alerta. El gráfico de muertes promedio en el sector 3 estaba creciendo a un ritmo alocado y superando el umbral permitido. Tocó unas pantallas y en un monitor apareció el resultado de un choque en cadena en una autopista, en otra se veía un gigante incendio en una fábrica de productos químicos, y en la última reportaban una fuga radioactiva en una central nuclear.

Con claros signos de desesperación Hackintosh comenzó a buscar la fuente de semejante desajuste. Claramente el sector 3 tuvo una imprevista caída del nivel de consciencia que estaba produciendo accidentes. Sus dedos se movían a un ritmo frenético cuando su intercomunicador empezó a sonar.

— Hackintosh -dijo cortante a su interlocutor cuando atendió la llamada-

— Correcto. Si. Correcto. Exactamente. Estoy investigando la fuente del desajuste y claramente es por un exceso de rebeldes en los demás cuadrantes que por el patrón que estoy observando pareciera que es por algún tipo de even… -no llegó a completar la palabra “evento” cuando en el auricular le gritaron a Hackintosh lo que Reinor debió informarle cuando llegó temprano al centro de control y claramente se olvidó.

No era la primera ni sería la última crisis que debería resolver con urgencia, Generó rápidamente un apagón selectivo de Internet en el cuadrante 1 y en 10 minutos logró controlar la situación cuando los rebeldes aburridos se volvieron a dormir. Algo lógico teniendo en cuenta que eran las 5 de la madrugada en ese sector. Lentamente las cuotas de consciencia se recuperaron y las alertas parpadeantes comenzaron a desparecer… el número de muertos comenzó a bajar y la situación quedó controlada.

Lentamente se dio vuelta hacia Reinor. Su cara, mezcla de pánico, miedo y vergüenza lo decía todo. Intentó articular alguna palabra pero apenas pudo balbucear unos sonidos incoherentes. Hackintosh respiró hondo, como tantas otras veces que había pasado por estas crisis. Lo miró fijo a los ojos y le dijo:

— Olvidaste decirme que empezaba el mundial de fútbol… ¿cierto?

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Escrito por

Vivo intentando tener la mente abierta. Trabajo como consultor ayudando a otros a hacerlo en el mundo tecnológico. Creador de este blog y muchos otros artículos y publicaciones en diversos sitios. Argentino y marplatense en particular, aunque me siento un ciudadano del mundo. Cuarenta y ocho años de vida y contando.
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