Radiografía del mundo
Juan Emilio Drault

El mundo y la coyuntura requieren que transparentemos todas sus miserias para decidir entre lo urgente y lo importante pero atendiendo a todos sus temas dejando finalmente de «barrer bajo la alfombra».

Hasta principios de este año 2020 un porcentaje de la humanidad aún sentía que los distintos problemas alrededor del mundo eran algo que no los afectarían. Los sentían problemas lejanos. Para Marzo de este año esa sensación de seguridad se desvaneció por completo. Con la pandemia comenzó un fenómeno nunca antes vivido en un contexto de globalización como el actual, el cual pone a la humanidad toda en la misma página por primera vez. En este contexto, aún quienes viven en zonas menos afectadas por el COVID-19 tiene la sensación de que el futuro es, cuanto menos, incierto. Tras esta situación la normalidad conocida pasó a ser una anormalidad en muy pocas semanas. Por supuesto que esto dispara infinidad de discusiones, opiniones, artículos, y decisiones. Pero desde el inicio de la pandemia a esta parte poco se habla de los temas que en este artículo intento traer a colación con un cierto grado de priorización de los temas de fondo, como ser la violencia. Un tema que por alguna razón siempre se intenta ocultar por ser una verdad incómoda. Durante este artículo todos los temas están cruzados por el análisis de la violencia en todas sus formas y qué necesitamos para lograr superarla en el mediano y largo plazo.

Comencemos con esta radiografía…

La historia habla de países e independencias pero los conflictos internos jamás se resolvieron. Los arrastramos hasta el día de hoy de la mano de visiones, idisioncracias y modelos que polarizan todas las sociedades.

1. La polarización violenta

Un fenómeno común que casi todos hemos sabido advertir durante esta crisis es la polarización: lo bueno y lo malo se amplifica. Esto admite de alguna forma una muy simple división de aguas.

La polarización reduce o elimina los grises, especialmente los grises políticos. Y esto no es necesariamente bueno. Como resultado nos pone a caminar por el filo de una navaja.

Si antes caminábamos por -el equivalente a- una autopista con diversos carriles políticos ajustándonos a los que más nos representasen, con el advenimiento de la pandemia esos carriles se han convertido en filos de navajas. No porque las opciones se hayan reducido sino porque la realidad del mundo como lo conocemos nos deja muy poco margen de maniobra. Lo que antes era viable ya no lo es por las urgencias  sanitarias y económicas producto de la pandemia.

En otras palabras, cuando las ideas y soluciones, aún de visiones enfrentadas, pasan por el embudo de la realidad imperante, lo que sale es un muy ajustado flujo de posiciones, conceptos y soluciones. Pero como lo que entra no deja de ser agua y aceite, lo que sale sigue sin mezclarse u homogeneizarse. Tenemos más concentración con igual división. Esto podría ser en todo el mundo la compresión previa a una explosión de proporciones o el comienzo de algo nuevo y mejor producto del acercamiento forzado. Todo depende de nuestra actitud individual y por consiguiente de nuestra actitud general, nuestra madurez como sociedades.

Como suele decirse, hay que priorizar lo urgente e identificar lo importante. Urgente es atender la pandemia, pero importante también es descomprimir la situación psicológica que este momento produce. 

Gobiernos y organizaciones deben priorizar, no sólo conseguir respiradores mecánicos, sino por sobre todo proveer el equivalente a «respiradores psicológicos».  Respiradores que en vez de abrir los bronquios abran el futuro. La razón es clara. No se puede vivir demasiado tiempo con la incertidumbre y el miedo que paraliza y quita el aire. La máquina de imprimir billetes no servirá de nada si la psiquis de millones explota por el aire. Y si bien el aprovechamiento político de la pandemia no parece tener tanta aceptación por parte de la ciudadanía -por razones obvias-, pasados los meses esto podría invertirse ya que los medios han comenzado ya a fogonear.

¿Cómo y de qué manera discutir el futuro en sociedades polarizadas? Se podría decir que la única manera es intentar generar pequeños pero importantes pasos en la búsqueda de consensos lo más amplios posibles aunque, incluso uno simple como desear el bienestar de toda la humanidad, encontrará detractores… increíblemente.

No tendríamos criterio de realidad si pensáramos que es posible un gran y completo acuerdo social de escala global. La dispersión de ideas y visiones no lo permitirá. Por esto es que seguiremos moviéndonos por imposición de una masa crítica por sobre otra, aún cuando esto siga anidando un grado de violencia que mantendrá en movimiento al poco deseado péndulo histórico de la violencia. No sólo porque habrá siempre un porcentaje que no aceptará ningún consenso o no captará siquiera la esencia de lo que se plantea debido a sus bloqueos preinstalados, sino porque hasta que no logremos abordar a la violencia en una abierta discusión que nos permita reconocerla, entenderla, dominarla y superarla, no podremos despolarizar el mundo y -mucho menos- «inmunizar» el planeta de los violentos sin límites, sin escrúpulos ni valores, que son el equivalente a hackers de cualquier sistema que ponga a la sociedad bajo ciertas reglas que ellos mismos jamás cumplirán.

Hoy quien quiera tener criterio de realidad deberá aceptar que el mundo es violento y que si esa violencia nos trajo hasta aquí por distintas razones, ha comenzado el momento de abordarla con todo el énfasis posible para superarla y dejar atrás esta prehistoria. Algo así como el año cero cristiano que marca el Antes de Cristo y Después de Cristo, pero en este caso el AV y DV, el año cero de la superación global o Antes de la Violencia y Después de la Violencia. Podría tomarnos muchas generaciones pero si esta crisis inédita no logra hacer que comencemos la tarea resulta difícil ver qué evento futuro podría lograrlo. ¿Un cataclismo climático de proporciones? ¿Sómos tan necios que hasta que el planeta no nos termine de aplastar, cachetear y zarandear, no abriremos nuestras mentes y corazones a esta necesidad de pacificar el mundo y migrar hacia un sistema verdaderamente a la altura del ser humano? La amplificación o reducción de la polarización será el indicador de si vamos bien o vamos mal. Cada cual tiene que comenzar a evaluar las posturas fanáticas y viscerales para comenzar un trabajo personal específico capaz de desactivar esa bomba de tiempo interna.

Es casi estúpido y corto de pensamiento pensarnos encapsulados en nuestra bondad, o calidad humana, al punto de no sentir que incluso lo peor del ser humano y su manifestación actual no tiene relación alguna ni correlato con nuestro propio ser, nuestra propia acción o inacción en el mundo. En esta sociedad global -tal como nos refriega en nuestras caras el COVID-19- los resultados buenos y malos, virtudes y miserias, genialidades y estupideces, son siempre producto del mismo conjunto planetario.

No existe tal cosa como hacerse cargo sólo de lo lindo y desentenderse de lo feo. Quien tenga capacidad de aceptar y abrazar este concepto podrá entender que nada de lo humano le podrá ser ajeno, y que en tanto y en cuanto humano, lo bueno y lo malo, virtudes y miserias, son elementos de constante análisis, estudio, revisión y prueba-error, pero siempre ancladas en la propia humanidad como pivot de ese análisis.

Así entonces, sólo desde esta perspectiva es que aún cuando las visiones, opiniones y acciones de «los del otro bando» (sea cual fuere) nos pudieran producir un rechazo visceral, esa forma de mirar, pensar, sentir y actuar en el mundo casi siempre tiene una serie de anclajes en preconceptos. Muchos de ellos inseminados por la familia, entorno, educación y los medios de comunicación que se han consumido. Todos los tenemos y muy pocos son conceptos adoptados en la más absoluta libertad de pensamiento y acción dado que la acción de adoptarlos o rechazarlos se produce entre condicionamientos muy diversos. Incluso muchos se graban a fuego por circunstancias de cercanía a eventos traumáticos que cual Polaroids vamos pinchando en un pizarrón de corcho mental y uniendo con hilos neuronales para producir una lógica que nos lleva a pensar y sentir de una manera muy auto-justificable.

La pregunta del millón no es si defenderemos o no a capa y espada la vereda (acera) ideológica que hoy caminemos, sino si podemos reducir la polarización y reunir distintas expresiones, tengan mayor o menor afinidad con nuestras visiones, tras un objetivo común urgente, como es construir un mundo más hermanado, solidario, que aborde la violencia en todas sus formas, pero sin perder de vista el objetivo importante de trabajar en los temas de fondo, aquellos que produjeron, producen y seguirán produciendo divisiones.

Es más fácil decirlo que hacerlo -confieso-. El desafío es enorme. Pero si no encontramos la forma de producir el diálogo seguiremos indefectiblemente siendo proclives a la manipulación por el odio, por el miedo, por la desinformación, y las generalizaciones de todo orden. En síntesis seguiremos siendo funcionales a la violencia en el mundo, sea por acción o por inacción.  

Empresas y Estados persiguiendo el crecimiento constante en el mundo pre-pandémico… el no-crecimiento y el decrecimiento son esenciales en el mundo que se viene.

2. La lógica del crecimiento constante

Existe un cáncer que nos carcome desde mediados del siglo XX, y este es la presión que impone la lógica del crecimiento constante. Lógica que estos días recibe importantes cachetazos. No importa si hablamos del PBI de un país o el balance de una corporación que cotiza en bolsa. Todo tiene que crecer en términos de resultados sin parar, en proporciones aceptadas por accionistas y votantes, o de lo contrario se perderán los apoyos, los votos, la confianza, la valuación, la financiación y un largo etcétera. Esto no es un concepto abstracto. Es un concepto instalado en la mentalidad capitalista de grandes conjuntos y donde en la columna de las pérdidas y los ajustes siempre entran los eslabones más desprotegidos y delgados de la sociedad global. Tan instalado está el concepto que incluso las grandes esferas del pensamiento, del periodismo, la política y la economía lo justifican sin horrorizarse inoculando en el conjunto social un Síndrome de Estocolmo con el fin de lograr -o al menos intentarlo- que las bases sociales no despierten y quieran prender todo fuego. A pesar de todo su esfuerzo, antes del inicio del COVID, muchos países estaban en llamas en términos de protestas sociales. A no olvidarlo. Paradójicamente a varios de ellos el virus los salvó como la campana al boxeador que va perdiendo.

Lo que hoy vemos es que ese síndrome o hipnosis está perdiendo efecto y la crisis del COVID-19 junto con la crisis climática, sumado a la crisis económica que comienza a instalarse cual nubarrones anticapitalistas, podrían producir un hartazgo de proporciones. Ese hartazgo es la antítesis del crecimiento de piñón fijo. Ese que cual picadora de carne -física y moral- mantiene andando la máquina de producir violencias. Violencias económicas, morales y psicológicas que desparrama hacia los cuatro puntos cardinales. Pero si ese hartazgo al que hago mención fuera el adecuado. Si el despertar, si el huevo de una nueva sociedad finalmente comenzara a quebrarse por la propia presión interna, nos encontraríamos con un nuevo problema. Descubrir que el huevo no se encuentra cómodo y cálidamente apoyado en un nido bien protegido, sino por el contrario, se encuentra al borde de un abismo en un equilibrio inestable y delicado. Ese abismo y esa falta de nido, tiene que ver con la falta de nuevas y claras opciones al capitalismo imperante. No haber logrado esto a tiempo nos pone en un enorme riesgo actual. ¿Lección aprendida? Habrá que verse…

Los intelectuales del mundo atemorizados por la lógica imperante de que quien desentona demasiado no tiene espacio donde desarrollarse y sustentarse económicamente, impidió e impide desde hace demasiado tiempo que se alcen voces y liderazgos proponiendo nuevos modelos superadores al capitalismo, donde todo pueda y deba ser revisado. Incluso los conceptos más fundacionales de la actual «sociedad moderna» como podría ser el concepto de propiedad privada, herencia, propiedad de la tierra y los recursos naturales, entre muchos otros. Todos hemos asistido durante la historia reciente al triste escenario donde un sinnúmero de intelectuales se ven en la obligación de poner paños fríos sobre sus teorías y discursos para poder encajar en el mundo académico, periodístico y editorial. Muy pocos han sorteado esta antinomia y han podido evangelizar con toda libertad su visión para poder traer a la mesa de la actualidad un modelo de mundo sobre el cual discutir sin tapujos, justo cuando más lo necesitamos. Justo cuando las condiciones macro se alinean para abrir paso a algo que pensamos sucedería en cien años. Dice la frase: «que la suerte te encuentre preparado». Lejos estamos de poder llamar suerte a esta horrenda pandemia, pero de cualquier forma no nos encuentra preparados. No digo que no existan intelectuales con alta independencia pero no son suficientes ni tenemos sobre la mesa un muy discutido modelo de nuevo mundo al cual darle un voto de confianza.

Aún así, como sociedades, quizás podamos revertir en este contexto la tendencia y podamos empezar a aceptar que no todo debe ser ganancia, y que la inversión, sea en la ciencia, la salud, la educación, la filosofía o las ciencias sociales, por mencionar algunas, es de un enorme valor que no puede medirse por el retorno cortoplacista. Hoy más que nunca puede verse como resultado de esta pandemia el enorme valor que tienen los profesionales de la salud, los científicos, los filósofos, y otras tantas profesiones mal remuneradas.

Por tanto una compañía o un Estado deben poder ceder al peso del rédito o el crecimiento constante para apoyar causas justas, sean estas urgentes o importantes sin que esto sea un escándalo. Que el propósito y el objetivo de un mundo sin violencia, sin muertes absurdas, sin sufrimiento, sin hambre, sin pobreza, con desarrollo y justicia social debe involucrar a todos y cada uno de los actores de la sociedad y que quien quiera renegar de estos objetivos debe quedar automáticamente fuera de juego y aislado por el rechazo global. La presión social debe ser la más alta de la historia, en comunión, como ciudadanos del mundo, saltando por sobre toda división que las fronteras y las culturas nos impongan. A fin de cuenta somos conocedores y víctimas constantes de la vieja y aún vigente táctica del divide y vencerás.

Así entonces, si no se empieza ya mismo a discutir abierta y globalmente a qué modelo queremos ir como ciudadanos del mundo, y si en simultáneo no hay un apoyo y presión de proporciones, entonces este recambio no sucederá. No se dará ningún paso hacia un mundo más evolucionado, postcapitalista. Por el contrario el huevo apenas quebrado corre el enorme riesgo de caer al abismo con todos nosotros dentro, quedando en manos de la suerte, el caos y el azar. Escenario donde todos sabemos… a río revuelto ganancia de pescadores / oportunistas.

Péndulos del poder que chocan una y otra vez a derecha e izquierda. Nosotros -el pueblo- en medio resistiendo a las tensiones y fuerzas que nos atraviezan.

3. El poder concentrado

Tendemos a asignarle más poder al poder del que realmente tiene, en una suerte de mecanismo inducido por años de propaganda paralizante. Algo así como el humo con el que el apicultor baña a sus abejas para apaciguarlas mientras les quita su sabrosa y valiosa producción de miel.

Desde la ignorancia y la rutina, el mundo complejo de los tecnócratas se encuentra tan lejos nuestro -como ciudadanos promedio- que el contraste es como el día y la noche. Sin embargo de esa esfera hacia arriba se encuentran quienes deciden gran parte de las políticas, la oferta, la demanda, y un sinfín de elementos que producen condicionamientos y violencias que afectan directamente a la enorme mayoría de la población mundial.

La complejización del mundo, en especial de las mecánicas financieras y bancarias, ha llegado a un punto en que el dinero y su manejo se ha vuelto una tiranía mundial en manos de muy pocos. Pero atención, ellos no tienen el verdadero poder. Lo tienen sólo mientras el resto creamos no tener ninguno para cambiar la situación. Mientras nos encontremos adormecidos y faltos de conciencia.

Paradójicamente- las teorías conspiranóicas que se amplifican durante la pandemia (sea China, Bill Gates, 5G, Corea del Norte o la OMS) son absolutamente funcionales para cimentar la idea de que alguien o algunos tienen el poder de digitar y dirigir los principales acontecimientos planetarios. Por supuesto que hay quienes lo intentan en ciertas escalas y regiones. Por supuesto hay quienes localmente tienen algunos éxitos de diverso calibre en este rubro. Por supuesto hay conglomerados empresarios con mucho -demasiado- poder. Pero quien tenga un pensamiento crítico bien emplazado entenderá que los procesos históricos globales no admiten tal manipulación a gran escala y que, sobresimplificando el concepto, no importa el poder que se tenga siempre habrá un choque contra otro péndulo que vendrá en sentido contrario. El que llega al punto de contacto (choque) con mayor velocidad y fuerza hará retroceder al otro, pero sólo por un tiempo, ya que el proceso se repetirá. Esto implica que en la práctica no habrá ni equilibrio ni solución de fondo. Sólo se repite una y otra vez una lucha de intereses y visiones dentro de un esquema limitado, muy limitado de opciones.

Si la épica del camino del héroe que debe derrotar a otros para alcanzar el «éxito» se mantiene como precepto o -digamos- línea editorial de referencia para la vida individual, laboral, empresarial y política, entonces el poder más concentrado seguirá teniendo poder porque es su especialidad adaptarse a todos los escenarios que ese péndulo produce dentro de la dualidad. Pero si lográsemos que la épica se transformase en la épica de la solidaridad y el hermanamiento a toda escala lo que sucede es que el poder más inmoral y violento que vive adaptándose a cada época abonando a uno o ambos contrincantes de turno, se desmorona cual castillo de naipes, dando lugar a un nuevo escenario tan inédito como esta pandemia global. Sin contrincantes, sin bandos, sin divisiones, no tienen poder. Lo saben y esta es la razón por la cual su red de medios masivos y redes sociales harán hasta lo imposible por que algo así no suceda, sea inyectando odio a través de sus amplias redes de medios masivos y periodistas pagos, o bien vía teorías conspiranóicas o elecciones manipuladas que terminan 49 a 51%. Ese es el verdadero desafío. La polarización es su herramienta. La división es su escenario preferido. ¿Caeremos nuevamente en su red o tomaremos consciencia de la importancia de despertar a una nueva realidad sin bandos ni titiriteros? 

Caracteres verdes de la película Matrix

¿Podemos ser conscientes y despertar al hecho de que somos sembrados como meros consumidores dispuestos a tranzar nuestro mínimo bienestar por dar vía libre a las peores violencias?

4. La consciencia

Solemos hablar de que las sociedades no somos conscientes o -al contrario- que tomamos consciencia en un momento determinado. Hablamos que es una inconsciencia tal o cual decisión. Se habla bastante de la conciencia de clase o la conciencia ecológica, sólo por mencionar algunas. 

Entendemos en general el enorme peso específico que la consciencia tiene como variable de cambio en un mundo que da señales de estar llegando a un límite -o varios en simultáneo-, uno de los cuales es -paradójicamente- la falta de consciencia.

Hasta aquí todo bastante obvio. Pero el punto en cuestión es que ninguno de nosotros puede hoy por hoy responder a ciencia cierta qué es y dónde se origina la conciencia. Mucho menos si, como tal, pudiera ser un recurso finito al igual que tantos otros recursos en este Universo. Esta pregunta disparó el humorístico cuento Hackintosh que publiqué anteriormente en este blog. ¿Es posible crear nueva conciencia o por el contrario se trata de administrarla y distribuirla?

Si analizamos las desigualdades del mundo, si miramos detenidamente su razón de ser, además de los factores de origen y la suerte de quienes han nacido entre condiciones muy favorables respecto de los que no, lo que podemos observar es que hay una capa de tecnócratas, políticos, hombres de negocios y algunos que sólo califican de mafiosos, que han sabido doblar, romper o descartar por completo las -llamémosle- reglas del juego. En un mundo caótico, violento y aún sub-humanizado han sabido ser pragmáticos y muy conscientes de ese caos y las oportunidades que les presenta. Desde la otra vereda quien tenemos restricciones morales y de valores quedamos -comparativamente- en una gigantesca asimetría. No me mal entiendan. No quiero decir que haya que dejar de seguir el buen camino de los mejores valores y sensibilidades. Quiero que se entienda que el enorme poder que tiene el pequeño porcentaje de la cúspide social es saber y poder moverse sin restricciones a partir de ser conscientes de que el mundo es mucho más favorable para ellos que para el resto cuando se lo sabe incentivar y manipular adecuadamente, aún -o quizás sobre todo- a base de métodos violentos. Ese pináculo funciona protegido por una anillo proveedor de protección e impunidad conformado por toda una segunda línea de no-tan-ricos (no tan billonarios) y acomodados que, lejos de trabajar al servicio de la sociedad, lo hacen para mantener el incentivo del grupo de la cúspide. Algo así como los zánganos del panal que sólo trabajan para la reina. Y en esa segunda línea encontramos a personajes del ámbito corporativo, la política, la justicia, abogados, contadores, financistas, testaferros, bancarios, organismos gubernamentales, religiosos, medios de comunicación, y un muy largo etcétera. Entonces, no nos engañemos. Así como hay un enorme desvío de recursos y riqueza para estos grupos, también hay también una enorme asimetría de conciencia. Humo y chucherías para adormecer y distraer a grandes conjuntos, miel y gran acumulación de riqueza para ese pequeño porcentaje de entre el 1 y el 10% de la humanidad que -además- hace uso de grandes volúmenes de tecnología, información, datos, educación de alta calidad, conocimiento, drogas, influencias, información privilegiada y ejércitos de empleados, para ser inmensamente más productivos en su tarea de dominio, control y explotación, que cualquier persona regular con buenas intenciones.

El desafío es despertar al mundo en que realmente vivimos aceptando que tiene muchos y serios problemas por resolver en forma urgente. Algo equivalente a desconectarnos de la Matrix para ver por primera vez la realidad por fuera de la virtualidad. O bien desintoxicarnos de esa suerte de droga que llamo la anestesia de la impersepción, la cual nos produce un desapego de los vulnerables y por tanto un individualismo insolidario muy funcional a este sistema actual.

Es imperioso que seamos capaces de reconocer a las distintas formas de violencia, sea: física (la que todos mayormente conocemos),  económica, racial, espiritual o religiosa, sexual, cultural, moral, emocional, de género, verbal, psicológica y por negligencia. Las cuales se aplican o producen en forma interpersonal, colectiva o autoinflingida, entre otras formas.

Es urgente que estas violencias sean abordadas en plan conjunto para evitar más muertes y sufrimiento evitable o el riesgo es que el todo social termine en una deshumanización global sin precedentes, muy especialmente a partir de esta pandemia actual.

Como la realidad es que no sabemos cuantos años, decenios o siglos nos tome la tarea, es clave que tomemos consciencia de que las acciones deben ganar un gran impulso aquí y ahora, con el claro objetivo de alcanzar el momento cero en el que habremos dominado y superado a la violencia en todas sus formas. Momento en que podremos comenzar a disfrutar el primero e inigualable año uno Después de la Violencia, el ansiado año 1 DV

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Escrito por

Creo firmemente que el futuro se construye con cada decisión que tomamos y cada idea que compartimos. Como consultor en tecnología y creador de este blog, mi objetivo es inspirar a otros a buscar oportunidades, encontrar soluciones y abrir nuevas puertas. Argentino y orgullosamente marplatense, me apasiona reflexionar, aprender y crecer. A mis 52 años, sigo convencido de que las posibilidades son infinitas para quienes se animan a buscarlas.

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