La crisis del pensamiento crítico
Juan Emilio Drault

Personas que deambulan cual zombies sin ningún pensamiento propio.

Un zombie en la cultura popular es un ser que vuelve -contra su voluntad- de la muerte, para devenir en un esclavo de quien lo revive. Es un ser con el que no se puede razonar. Su cerebro no posee ya ninguna capacidad de interpretación. Es en esencia un ser que deambula y reacciona a estímulos básicos. Lo que se define como un cuerpo sin alma. Un muerto en vida.

Si detrás de su resurrección hay un mandato, usará toda su energía para alcanzarlo, incluso a costa de su autodestrucción, sin ningún sentido de preservación ni de pertenencia. Tras su muerte intelectual y emocional su retorno a la vida no tiene ningún propósito mayor que seguir este mandato inseminado. Y todo esto ya sin ninguna contradicción debido a que no posee voluntad propia. En esa instancia sus acciones no contradicen ningún pensamiento, criterio o sentimiento propio. Se ve embebido en una suerte de coherencia del mal o una coherencia destructiva de proporciones épicas.

Por supuesto todo esto es una descripción ficcional de este mito originado en Haití y asociado a la cultura de la religión vudú, más tarde evolucionado como historia por Hollywood a partir de algunas novelas escritas. Pero detrás de este fenómeno ficcional hay un concepto que nos sirve para describir el tema del artículo, y es el concepto de alma dual, el cual se encuentra también en algunas culturas africanas.

Si siguiéramos ese hilo y miráramos esta metafórica posibilidad de ser arrastrados fuera de nuestra alma original hacia otra más permeable al control, una que nos vuelve parcial o totalmente en esclavos, estaríamos describiendo un fenómeno muy actual pero a la vez muy antiguo. Ese rapto tras el cual se vive un progresivo descarrilamiento del pensamiento y la sensibilidad hacia zonas cada vez más oscuras, menos sensibles, menos empáticas, y más histriónicas. Un fenómeno muchas veces inducido por un contexto y algún evento traumático junto con otros elementos y mecanismos, algunos de los cuales -ya probados efectivos- son usados como armas psicológicas y apuntados directo a la cabeza y la emoción de amplios sectores de la población mundial para gatillar una respuesta, un comportamiento específico.

Se podría decir que si hay un anticuerpo, o mecanismo profiláctico, capaz de evitar este fenómeno de rapto mental y emocional que describo es sin lugar a dudas el pensamiento crítico. Y de ahí que, cual enemigo del poder fáctico manipulador, esta capacidad que impide perder el alma se convierte de pronto en una suerte de metafórica «arma de la resistencia». Ante el disparo constante de incentivos psicológicos, el pensamiento crítico se vuelve ese escudo mental y emocional que nos protege frente a los medios masivos y redes sociales usados como vía para intentar alcanzarnos con dardos inoculadores de desinformación, odio y violencia. Pero al mismo tiempo, el pensamiento crítico es el poder que nos permite navegar entre las opciones que el cambiante y caótico mundo nos presenta. La capacidad que, una vez allí, nos permite construirnos y construir el mundo, desde ese lugar de quien no ha perdido sus principios. Desde ese lugar de quien -con mucho esfuerzo- no se ha convertido en un desalmado capaz de pisar cabezas, explotar al otro, o aprovecharse del conjunto social para conseguir violentos objetivos cargados de un alto y caprichoso egoísmo. O sin llegar tan lejos, un nivel esencial de pensamiento crítico enseñado a tiempo evitará perfectamente que un niño sensible e inteligente se convierta en un adulto fanatizado y alienado, defensor de lo indefendible, y recurrente habitante del Síndrome de Estocolmo, ese que produce una fuerte relación afectiva y defensa de sus -paradójicamente- propios captores.

Con todo lo antes dicho, y ante todos los últimos acontecimientos mundiales recientes. De tantos enfrentamientos sociales y elecciones manipuladas. Del sinnúmero de bombardeos informativos malintencionados y ataques a la dignidad. Los insultos a la inteligencia y la memoria. De las relaciones destrozadas por los fanatismos desalmados que son insoportables. Los violentos ataques económicos metodológicamente orquestados. Los personajes alienados mintiendo frente a la cámara las veinticuatro horas. Y, por si fuera poco, la amenaza constante de colapso del ecosistema global… ¿podemos tener alguna duda de que vivimos una crisis del pensamiento crítico? O en otras palabras. ¿Tenemos dudas de que el mundo se encuentra en una encrucijada donde el pensamiento crítico cumple un rol protagónico y puede no haber suficientes personas con esta capacidad? 

El pensamiento crítico es una actitud de honestidad intelectual y esfuerzo constante por aprender, investigar y mejorar.

Definiendo el pensamiento crítico

De acuerdo a la Wikipedia, «el pensamiento crítico es un proceso que se propone analizar, entender y evaluar la manera en la que se organizan los conocimientos que se pretenden interpretar y representar en el mundo, en particular las opiniones o afirmaciones que en la vida cotidiana suelen aceptarse como verdaderas».

Dicho en palabras más simples, el pensamiento crítico es un mecanismo o habilidad que se aprende, ejerce y mejora con el tiempo, por la cual una persona puede, no sólo discernir e interpretar mejor las opiniones e informaciones que le llegan, sino también auto observarse para descubrir sesgos o preconceptos que pudieran estar operando en la toma de decisiones respecto de esa información o estímulo. 

La importancia del pensamiento crítico

Claramente evitar la manipulación de la subjetividad en un mundo inundado de información de dudosa procedencia y producido con  dudosos intereses. Subjetividad que funcionalmente es la que nos lleva a mirar, interpretar, proyectar y actuar, por tanto, permitir el rapto progresivo de esa invalorable capacidad de interpretación independiente, de criterio de verdad, es una frontera incluso social que define a un país o a una sociedad. Cuanto mayor educada esta una sociedad en pensamiento crítico mayor es su independencia y su protección frente a los embates de los poderes desestabilizadores.

El pensamiento crítico se afirma sobre la base de nuestro conocimiento e inteligencia. Por esta razón la educación que alimenta tanto el conocimiento como la inteligencia racional y emocional, son pilares fundamentales. Una sociedad empobrecida, desnutrida y deficientemente educada tendrá graves problemas para acceder a este «super poder» de la independencia intelectual y subjetividad resguardada.

Como todo «super poder» este también implica una responsabilidad. La responsabilidad de sostener en el tiempo un actitud de pensar críticamente, incluso reviendo los propios prejuicios cognitivos y preconceptos para reconocerlos y -de ser necesarios- mejorarlos, desecharlos o reemplazarlos. Esto implica una valentía y una honestidad intelectual para con uno mismo. Esto puede devenir en un fracaso, una caída en cuenta de proporciones, y una necesidad de refundar partes importantes de nuestra visión del mundo y de uno mismo. Valentía y honestidad, persistencia y esfuerzo. Esto deviene en un carácter como persona que construye mejores ciudadanos.

En la línea del esfuerzo, el centrarse en el interés de comprender y reconocer entre verdad y mentira, es un valor que como sociedad, como producción colectiva, produce resultados altamente valiosos debido a que la resultante son mejores decisiones. Desde mejores decisiones políticas hasta mejores decisiones personales e interpersonales.

El pensamiento crítico no implica para nada vivir peleado con el mundo. Ser un libre pensador capaz de tener opinión formada y propia permite: aceptar o rechazar, adherir o diferir, exigir o desligarse, entre otras opciones. Porque -por sobre todo- el pensamiento crítico aporta libertad. Esto debido a que aparecen opciones que no se tienen cuando no se cuenta con esta habilidad y la información simplemente se asimila desde la máxima ingenuidad e ignorancia desde donde se toman -lamentablemente- muy malas decisiones.

Amplía la Wikipedia -y adhiero plenamente-: «El pensamiento crítico es una habilidad que todo ser humano debe desarrollar ya que tiene cualidades muy específicas y que nos ayudan a resolver problemas de una mejor manera, nos hace más analíticos, nos ayuda a saber clasificar la información en viable y no viable, nos hace más curiosos, querer saber e investigar más acerca de temas de interés. Cuando se desarrollan este tipo de habilidades, también se desarrollan muchas otras capacidades del cerebro como la creatividad, la intuición, la razón y la lógica, entre otras.»

Pensemos entonces en lo simple que hoy día resulta ser engañado, incluso por videos modificados donde alguien parece decir algo y sin embargo ha sido realizado enteramente con un sistema de inteligencia artificial, así como noticias abiertamente falsas. Quien cuenta con pensamiento crítico, mantiene una constante en el consumo de información e investigación para poder estar prevenido, o para analíticamente detectar lo posible de lo imposible, lo viable de lo inviable. En la mínima expresión, en los primeros segundos una alarma mental le dirá que algo no está bien, que suena raro. La diferencia entre tener o no tener pensamiento crítico es que esa alarma suene o no. Que ese contenido sea creído como veraz ciegamente o sea investigado, analizado, contrastado, y finalmente desenmascarado y rechazado. O -por el contrario- que un conocimiento nuevo haya sido revalidado y corroborado para sumarse al repositorio mental de buen conocimiento, el cual aportará más y mejores criterios para analizar en las siguientes situaciones.

El pensamiento crítico construye puentes y traza líneas claras que dividen el bueno del mal conocimiento, permitiéndonos cruzar los peligrosos abismos de la ignorancia.

En perspectiva

Finalmente hay un concepto que leí hace tiempo en el libro «Antropología de síntesis» del fallecido médico argentino Ramón Pascual Muñoz Soler. En él decía -con otras y mejores palabras- que quien se ha ordenado internamente puede ordenar lo externo. Y aquellos que logran este orden interno cumplen un rol vital de ordenadores humanos. Personas capaces de ordenar la realidad, de ordenar los conceptos, de ordenar su mundo circundante. Estoy convencido que sin la actitud del pensamiento crítico es virtualmente imposible llegar a este ordenamiento interno, y por ende ser coherentes y capaces de aportar al mundo una cuota de orden, de construcción del mejor conocimiento, de evolución y creación positiva.

Así entonces espero que con todo lo dicho se logre ver en perspectiva  la real importancia de educar desde muy jóvenes en esta habilidad a los chicos. Y por supuesto que se tome perspectiva de cómo el mundo, hoy más que nunca, vive una crisis donde millones de habitantes de este planeta carecen de esta habilidad. Habilidad que, si la sabemos cultivar e incentivar, nos conduce por los mejores y más coherentes caminos entre el pensar, el sentir y el actuar. Como personas y como ciudadanos del mundo. 

.    .    .    .

Escrito por

Vivo intentando tener la mente abierta. Trabajo como consultor ayudando a otros a hacerlo en el mundo tecnológico. Creador de este blog y muchos otros artículos y publicaciones en diversos sitios. Argentino y marplatense en particular, aunque me siento un ciudadano del mundo. Cuarenta y ocho años de vida y contando.

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